La acción humana puede provocar la sexta extinción masiva del planeta
El término Extinción masiva no es algo ajeno a la biología de la Tierra. De hecho, ya han ocurrido cinco grandes extinciones a lo largo de los 600 millones de años en que los animales hemos poblado nuestro planeta. Sin embargo, nos enfrentamos a la primera extinción ocasionada directamente como consecuencia de la acción humana.
Los procesos naturales que provocan extinciones, tales como erupciones volcánicas, cambios climáticos o impactos de meteoritos, forman parte del proceso evolutivo que sufre la vida en la Tierra. La última y seguramente más conocida se produjo hace unos 65 millones de años cuando un gran meteorito impactó en lo que hoy es la península de Yucatán en Méjico ocasionando la desaparición de cerca del 75% de todas las especies, incluidos los dinosaurios. Ahora, la mayoría de los científicos están convencidos de que el mundo se encuentra inmerso en su sexta oleada de extinción. Y, como ya hemos dicho, la novedad es que está provocada por la acción incontrolada del hombre. Así, la biodiversidad actual del planeta, producto de 3.500 millones de años de ensayo y error evolutivo, la más alta en la historia de la vida, puede estar llegando a un punto de inflexión.
Debido a la actividad humana se ha acelerado el fin de varias especies animales a través de la destrucción de las tierras salvajes, su aniquilación para convertirlos en productos de lujo o su persecución al ser considerados una amenaza o un competidor. Así, 322 especies de vertebrados terrestres se han extinguido desde el año 1500. Los invertebrados han descendido en un 45% en la población de dos tercios de las especies examinadas en el mismo período de 35 años en el que la población humana se ha duplicado. Por esta razón, los científicos han acuñado el término defaunación (a semejanza de deforestación) para referirse a este grave fenómeno.
Aunque las especies más grandes y carismáticas como los tigres, rinocerontes y osos panda reciben la mayor atención por parte de la opinión pública, incluso la desaparición del escarabajo más pequeño puede alterar los ecosistemas sobre los que dependen los humanos. Insectos, arañas, crustáceos, babosas y gusanos resultan fundamentales para la polinización, el control de plagas en los cultivos, la descomposición y el ciclo de los nutrientes, la calidad del agua (la desaparición de anfibios hace que aumenten las algas y las aguas residuales) o la salud humana. En términos económicos, estos animales proporcionan servicios importantes a los humanos, a menudo, de miles de millones de euros. Por ejemplo, se requiere la polinización de los insectos en el 75% de todos los cultivos alimentarios del mundo y se estima en un valor de aproximadamente el 10% del valor económico de toda la oferta de alimentos del mundo. A nivel mundial, los polinizadores parece estar disminuyendo fuertemente en abundancia y diversidad.
¿Y qué soluciones podemos aportar? Con objetivo de aumentar la biodiversidad se pueden crear nuevas áreas salvajes en las que se introduzcan animales y plantas de modo que se establezcan nuevas poblaciones y se restauren los procesos biológicos. Esto podría incluir la polémica práctica del reemplazo ecológico, donde se introduce una especie sustituta con la misma función ecológica que la especie original desaparecida, de modo que el ciclo natural del ecosistema no se ve interrumpido. Otra estrategia también sería la colonización asistida, por la que se mueven especies fuera de su área de distribución natural, donde están amenazadas, para evitar su extinción.
Otra opción más controvertida sería la de traer de vuelta a una especie extinta a través de tecnologías avanzadas, aunque entraríamos en la polémica y difícil decisión sobre qué especies deberían ser «resucitadas» y en qué hábitats deberían ser introducidas.