La teoría del gen egoísta: una revolución en la evolución
Darwin nos hablaba de la supervivencia del más fuerte. De aquellos individuos que se adaptaban mejor al entorno y, por tanto, tendrían más éxito reproductivo. Sin embargo, esto dejaba sin explicar distintos comportamientos que se producen en la naturaleza, como el altruismo.
Después de distintas teorías, Richard Dawkins publica en 1976 su libro «El gen egoísta». Dawkins propone que no evolución no va de individuos, sino de genes. Y más concretamente, de alelos.
El gen egoísta
Los conceptos previos de aptitud evolutiva se habían enfocado sobre el número relativo de progenie sobreviviente en generaciones futuras. La aptitud inclusiva se concentra en el número relativo de alelos de individuo que pasan de una generación a la siguiente, como resultado del éxito reproductivo, ya sea del individuo o de individuos emparentados.
Desde esta perspectiva, el comportamiento social está regulado por el gen egoísta, programa al individuo para la perpetuación del alelo a cualquier precio. Incluso por encima de su bienestar o supervivencia. La competencia por la representación en el repertorio fénico futuro puede ocurrir, además de entre individuos que compiten por los mismos recursos, como alimentación o pareja, entre padres e hijos y entre los miembros de una pareja reproductora.
El concepto de gen egoísta puede ser utilizado para explicar el establecimiento de jerarquías de dominancia y el comportamiento territorial. Un individuo que se encuentra en un escalón bajo de la jerarquía social, o que no posee territorio, está programado por sus genes para aceptar ese status inferior, porque las probabilidades de reproducirse del individuo pueden ser mejores si espera, que si se embarca en un desafío probablemente inútil.
Una metáfora adecuada para la teoría del gen egoísta es una respuesta a la pregunta «¿Qué fue antes, la gallina o el huevo?». La respuesta, según la teoría del gen egoísta, sería que la gallina no es más que el medio en que los huevos se reproducen.