Adaptaciones a las temperaturas extremas 1
Nosotros confiamos mayormente en nuestra tecnología, antes que en nuestra fisiología, para poder vivir en climas extremos, pero muchos animales se sienten cómodos en climas climas que consideramos inhóspitos o, de hecho, inhabitables.
Adaptaciones al frío extremo
Los animales se adaptan al frío extremo aumentando en gran medida los recursos aislantes. El pelaje y las plumas, estructuras atrapadoras de aire, suministran un aislamiento para los animales terrestres del Ártico. El pelaje y las plumas habitualmente se desprenden en cierta medida en la primavera y vuelven aparecer a crecer en el otoño.
Los homeotermos acuáticos, tales como las ballenas, las morsas, las focas y los pingüinos, están aislados por grasa (porque ni la piel ni las plumas sirven como estantes efectivos cuando están mojados). Estos animales marinos, que sobreviven en aguas extremadamente frías, pueden tolerar un gran descenso en la temperatura de la superficie continua cutánea; las mediciones de la temperatura de la piel han mostrado que está solo un grado por encima del agua circundante. Permitiendo que desciende la temperatura de la piel, estos animales, que mantienen una temperatura interna tan elevada como la de una persona, gastan muy poco calor por fuera de su capa de grasa y de este modo se mantienen calientes, como un buzo dentro de su vestimenta impermeable.
Algunos mamíferos grandes del Ártihttps://es.greenpeace.org/es/trabajamos-en/oceanos/artico/co, tales como las focas y los osos polares, están tan bien aislados que cuando se encuentran en tierra su problema fisiológico más importante es librarse del exceso de calor. Una solución para este problema es mantener el pelaje húmedo; otra es dormir, que en algunas especies de focas con pelaje disminuye la producción de calor casi en un 25%.
intercambio por contracorriente para la conservación del calor
Numerosos animales conservan el calor permitiendo que disminuya la temperatura de las extremidades. Las extremidades de estos animales están realmente adaptadas a una temperatura interna diferente de la del resto del animal. Por ejemplo, la grasa de las patas de un zorro del ártico tiene un comportamiento térmico diferente del de la grasa del resto del cuerpo, de modo que sus almohadillas plantares son blandas y flexibles a una temperatura de -50 °C. Asimismo, para muchos de estos animales, particularmente los que caminan sobre el hielo, esta capacidad es esencial por otra razón. Si, por ejemplo, las patas de un ave del mar Ártico estuvieran tan calientes como su cuerpo, derretirían el hielo, que luego se congelaría por encima de ellas, atrapando al animal hasta que el deshielo de primavera lo liberara.
En muchos animales del Ártico la temperatura interna más baja de las extremidades está posibilitada por un dispositivo de contracorriente que mantiene el calor en el cuerpo y lo aleja de las extremidades. Las arterias y las venas que irrigan las patas (o aletas o cola) están yuxtapuestas de tal manera que la sangre enfriada que retorna a través de las venas absorbe el calor de la sangre que entra a través de las arterias. Las venas y las arterias están en íntima oposición apareciendo una superficie máxima para la transferencia de calor. Así, el calor corporal llevado por la sangre no es malgastado disipándose en el aire frío que rodean las extremidades. Por el contrario, desempeña una función útil al calentar la sangre enfriada, la cual, de no ser así, impondría una carga térmica al cuerpo.
Fuente: Biología. Curtis & Barnes.