Comportamiento animal (3)
En esta tercera entrada de la serie sobre comportamiento animal vamos a empezar a hablar sobre el comportamiento más complejo, el aprendizaje.
Todos los patrones de comportamiento, aun aquellos que parecen relativamente completos a observarse por primera vez, dependen no solo de las características del ambiente sino también del desarrollo fisiológico normal del animal. Una enorme proporción del comportamiento animal requiere también de aprendizaje -un proceso en el cual las respuestas del organismo se modifican como resultado de la experiencia-. La capacidad para aprender parece estar débilmente correlacionada con la longitud del ciclo de vida y con el tamaño y complejidad de los circuitos neuronales, particularmente en lo que concierne a su concentración en el cerebro. En los organismos pequeños, como las abejas, con un lapso de vida breve (y, así, con poco tiempo disponible para aprender) la mayor parte del comportamiento parece adoptar la forma de patrones de acción fija. Por contraste, en organismos grandes con un cerebro complejo y un lapso de vida prolongado, como los primates, una gran proporción del repertorio del comportamiento depende críticamente de la experiencia previa del individuo.
Una de las formas más simples del aprendizaje es la habitación, en la que un organismo llega a ignorar un estímulo persistente y se dedica a sus otras actividades, sin desperdiciar tiempo ni energía en una respuesta. Los ejemplos de habitación que hemos considerado anteriormente sobre el comportamiento de una ameba cuando se la somete a una luz de la que no puede escapar y la respuesta de Aplysia a un toque suave y repetido. Otro ejemplo nos ofrecen las ardillas terrestres europeas que ignoran las llamadas de alerta de otras ardillas terrestres si estas los emiten con frecuencia cuando en realidad no existe peligro. Otras formas de aprendizaje son notablemente más complejas.
Aprendizaje asociativo como comportamiento animal
Un tipo de aprendizaje familiar para todos nosotros es la asociación, en la que un estímulo llega a estar conectado por experiencia con otro estímulo. El que tenga animales domésticos en su hogar, podría citar muchos ejemplos de aprendizaje asociativo, como el hecho de que un pececillo se aproxime a la esquina del acuario para ser alimentado cuando uno se dirige hacia la pecera, o cuando el perro se excita al ver su correa.
Los primeros estudios científicos de aprendizaje asociativo fueron hechos en la década de los 20 por el fisiólogo ruso Iván Pavlov. En sus experimentos originales de condicionamiento clásico, Pavlov mantuvo en cautiverio a un perro hambriento y le ofreció pequeñas porciones de alimento a intervalos regulares. Cuando él señalaba el envío de alimento precediéndolo por un estímulo externo, como el sonido de una campana o una luz de señalización, el perro comenzaba a responder al estímulo externo salivando. Después de muy pocos ensayos, el estímulo externo se presentaba sin la comida y se medía la cantidad de saliva producida por el perro. Pavlov encontró que el número de gotas de saliva causadas por el estímulo externo solo era directamente proporcional al número de ensayos previos en los cuales al estímulo había seguido el alimento. Pavlov se refería al alimento como un estímulo no condicionado, dado que provocaba la salivación -una respuesta no condicionada- en ausencia de cualquier otro estímulo. Sin embargo, la señal externa era un estímulo condicionado, que buscaba una respuesta -una respuesta condicionada- solo después de que el perro había sido condicionado a asociar la señal con la recompensa alimenticia.
En ambientes naturales, el aprendizaje asociativo frecuentemente implica ensayo y error. Por ejemplo, un pollo recién nacido picoteará todos los sitios que contrastan con el fondo; a medida que crece aprende cuál es de estos sitios representan objetos comestibles. También mejora la precisión de su picoteo. Cuando los polluelos picotean por primera vez una semilla, solo aproximadamente el 15 % de los picoteos lleva a obtener un bocado digno de ingerir. La precisión mejora con la práctica y con la madurez. Los pollos adultos mantenidos en la oscuridad y alimentados con la mano durante varios días, picotean con mayor precisión que los pollos más jóvenes, pero no con tanta precisión como los pollos de su misma edad que han tenido una experiencia de picoteo previa. El aprendizaje por ensayo y error también se conoce como condicionamiento operante, dado que el Animal aprende por medio de la experiencia operativa a asociar su comportamiento con las consecuencias del comportamiento. Por ejemplo, una rata de laboratorio que aprende a recorrer un laberinto hasta una caja objetivo, recibe alimento como recompensa, pero si comete errores nunca obtiene el alimento.
En la próxima entrada de la serie hablaremos de otros dos tipos de aprendizaje: el troquelado (impronta) y el aprendizaje imitativo.