Instrucciones para destruir un ecosistema
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia los seres vivos insisten en adaptarse y prosperar en situaciones que parecieran insoportables. Todas estas criaturas se entrelazan de tal manera que si se quisiera proceder al desmantelamiento habría de hacerse con metódica precisión.
Primeramente lo que se debiere hacer es seleccionar un punto de ruptura adecuado. Opciones como la contaminación del agua con fertilizantes nitrogenados, buscando una anoxia que acabe con la vida de las especies marinas debido al extremo crecimiento de algas, han demostrado ser especialmente efectivas, aunque otras alternativas igualmente válidas podrían ser la expulsión en grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, asegurándose de que la concentración nunca sea menor a las 420 ppm, logrando un aumento sustancial de la temperatura con la consecuente variación alimentaria de muchas especies y desajustando los ciclos de floración vegetal.
Sin dejar margen de reacción, pues recordemos la gran capacidad de adaptación que poseen los seres vivos, se deberán colmatar los océanos de plástico con el objetivo de intervenir en la cadena trófica desde su base.
Tras esto es altamente recomendable proceder a la introducción de especies invasoras que superen en competitividad a las nativas, lo que hará que la biodiversidad se reduzca a niveles mínimos y consolidará nuestro objetivo de devastación total del ecosistema.
Finalmente, proceda a la eliminación de los grandes sumideros de carbono, tales como bosques primarios, mediante la tala sistemática y descontrolada, y asegurándose de que el suelo esté expuesto a la erosión para acelerar el proceso, logrando así que las especies pierdan sus refugios habituales, sembrando la confusión entre los grupos de seres vivos y haciendo descender la natalidad.
Para concluir, deje reposar por unos cuantos años sin intervención alguna. Acabará obteniendo un terreno baldío poblado por especies oportunistas en el cual la biodiversidad se habrá convertido en un lejano recuerdo.
El chico arrugó la nota y la lanzó con fuerza a la papelera al tiempo que esbozaba una sonrisa maliciosa.
Autor: Máximo García-Risco Morán. CEIPSO EUGENIO MURO – 4º ESO