La importancia de las plantas

A poco que nos pongamos a pensar en el tema, podemos ir desgranando el imprescindible papel de las plantas en la vida sobre la Tierra: desde la producción de oxígeno, madera, alimento, medicinas, combustible, a otros aspectos ecológicos (retención del suelo, regulación de la humedad, estabilización del clima), aspectos recreativos, estéticos, etc., nuestra dependencia de ellas es total. Sin embargo, siguen siendo las grandes desconocidas.

A veces, en nuestro afán humano por arreglar el mundo a través de la tecnología, llegamos a soluciones tan contradictorias como, por ejemplo, aquella estructura metálica desarrollada por ingenieros para captar CO2 de la atmósfera y transformarlo en oxígeno, en plan “árboles artificiales”, con el enorme gasto en energía y materiales que supone, mientras se deforestan y queman grandes masas de bosque por todo el planeta.

Ceguera a las plantas

De hecho, existe un concepto, la “ceguera de las plantas” (en inglés plant blindness), que es un fenómeno que sufre la mayoría de habitantes de las grandes ciudades, y consiste en el desconocimiento y falta de apreciación hacia el mundo vegetal, y la preferencia por el mundo animal.

plantas
Hace unos años circuló este test por las redes sociales ¿Sabrías responder?

Según los científicos que lo describieron por primera vez, una persona sufre “ceguera a las plantas” si no presta atención a las plantas en su vida o no le interesan; no es capaz de identificar las plantas de su alrededor por sus nombres comunes y/o científicos; cree que la única función de las plantas es ser alimento para los animales; no sabe qué necesita una planta para crecer; no conoce las plantas desde un punto de vista biológico (funciones de nutrición, reproducción, ecología); no conoce el rol de las plantas en el ciclo del carbono o no es consciente de su dependencia de las plantas en su día a día.

El origen de la ceguera a las plantas es doble: depende de factores biológicos y socioculturales.

Cuando observamos una escena homogénea, como un paisaje monocromático verde, a nuestro cerebro le resulta incómodo no encontrar elementos que resalten y tendemos a dirigir la mirada hacia otra zona. Por eso recordamos mejor las flores y los frutos, porque al ser de color diferente captan nuestra atención. Por otra parte, por motivos de supervivencia, nuestros ancestros tuvieron que fijarse más en los animales, que eran comida y posibles depredadores. Así, los mecanismos visuales y cerebrales habrían evolucionado para poder detectar más rápido a los animales, es decir, aquello que se mueve, frente a lo que no se mueve, incluyendo las plantas, cuyos movimientos nos pasan inadvertidos.

Para que en un bosque nos llame la atención una planta, primero hay que conocerla. Cuando se tiene información sobre lo que está viendo, si se trata de un pino o una encina, es más probable que tu visión se detenga, lo identifique e informe al cerebro de que ahí hay un ser vivo conocido. Porque solo si lo vemos podemos protegerlo. Como decía Leonardo Da Vinci, “no se puede amar lo que no se conoce, ni defender lo que no se ama”.

Vitales para la vida

Y es que los seres fotosintéticos (no sólo las plantas; también las algas y las cianobacterias fotosintéticas del fitoplancton, que de hecho, son las que producen entre el 50 y el 85% del oxígeno que se libera a la atmósfera) son el verdadero soporte de la vida sobre la tierra, ya que hacen algo casi milagroso: mediante la fotosíntesis y gracias a la energía de la luz solar, transforman el agua y otras sustancias inorgánicas en materia orgánica, cediendo por un lado el imprescindible oxígeno a la atmósfera, y retirando a su vez el CO2, cuyo carbono transforman en carbohidratos que los demás organismos vivos podremos incluir en nuestras estructuras biológicas. Es decir, son la base de la cadena trófica que mantiene vivos a los animales, que nunca seremos capaces de sintetizar materia orgánica. Son los verdaderos creadores de vida.

Stefano Mancuso

Y no solo eso. Las plantas en su evolución paralela, han desarrollado mecanismos de adaptación totalmente diferentes a los de los animales. Su resistencia a los factores ambientales no se basa en una estrategia de huida, sino de adaptación a las circunstancias cambiantes (sequía, fluctuaciones de temperatura, depredadores, etc.). Se habla también de una “inteligencia de las plantas”. Se ha probado que las plantas perciben su entorno, se comunican y cooperan entre ellas, a través de señales químicas y eléctricas, y tienen muchos otros sentidos que no tenemos los animales: pueden detectar campos eléctricos y magnéticos, sentir gradientes químicos, saborear la composición del suelo, detectar la presencia de metales pesados y oír ultrasonidos (cual superhéroes de comic). No se trata de un sistema nervioso como el que conocemos en los animales, sino lo que podríamos llamar una inteligencia distribuida, no en órganos especializados, sino en las distintas partes de la planta como las hojas o las raíces. Si os interesa profundizar en este tema, os recomiendo los libros del profesor Stefano Mancuso, que de una manera muy didáctica pero científica nos explica los verdaderos misterios de la inteligencia de estos fascinantes seres vivos. Estas capacidades, ignoradas durante tanto tiempo, nos pueden permitir abrir caminos insospechados de aprendizaje y biomimetismo (diseño innovador basado en soluciones ya presentes en la naturaleza) y pueden ser nuestras grandes aliadas en la mitigación y adaptación al cambio climático, para lo cual necesitamos seguir investigando en el desconocido mundo de las plantas.

Autora: Marta Arroyo Gutiérrez
Bióloga
Asociación Hespérides

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