El Niño

La importancia de las corrientes oceánicas para los patrones meteorológicos y para los organismos marinos y terrestres se ilustra dramáticamente con las consecuencias desastrosas que pueden seguir a la perturbación de los patrones normales de circulación del agua. La perturbación más frecuente ocurre en el Océano Pacífico y es conocida como El Niño, porque sus efectos se sienten primero en América del Sur, cerca de la época de Navidad. Los efectos mayores de El Niño ocurren aproximadamente cada ocho o 10 años y los más pequeños cada 2 o 3 años. El niño más grave de la década ocurrió entre el otoño de 1982 y el verano de 1983.

Normalmente, los patrones meteorológicos y de las corrientes oceáncias del Pacífico están determinados por un gran sistema de alta presión en el Pacífico Oriental y un gran sistema de baja presión en Indonesia; el aire se desplaza de la región de alta presión a la región de baja presión, originando vientos que soplan de este a oeste. Éstos vientos mueven el agua tibia superficial hacia el Pacífico Occidental, y el agua fría se mueve a lo largo de las costas occidentales de América del Norte y del Sur como una corriente submarina. El Niño aparentemente es causado por un incremento en la temperatura superficial de las regiones ecuatoriales del Pacífico Oriental, provocando cambios en la posición y en la fuerza de los sistemas de presión atmosféricos.

Éstos cambios, a su vez, determinan una inversión en la dirección del viento y una inversión concomitante en la superficie en la corriente superficial. Durante un periodo de 2 o 3 meses el agua tibia retorna hacia América del Norte y del Sur atrapando la corriente submarina fría que se encuentra muy abajo de la superficie. Con las temperaturas más altas del agua y la interrupción del afloramiento de nutrientes, los organismos planctónicos mueren, seguidos por los peces que se alimentan del plancton, y de las aves marinas que se alimentan de los peces.

Efectos de El Niño

En 1982 y 1983, El Niño no solamente causó un colapso de esta cadena trófica -y, por consiguiente, de las principales industrias pesqueras de Perú, Ecuador y el Noreste del Pacífico-, sino que también interrumpió aparentemente los patrones meteorológicos en muchas partes del mundo. Ese invierno se produjeron tormentas masivas que se abatieron sobre las costas habitualmente secas de California, Ecuador y Perú; En Sierra Nevada y las Montañas Rocosas hubo nevadas récord, seguidas por inundaciones récord en la primavera; Indonesia, Filipinas, India, Australia, México y África Meridional sufrieron sequías que destruyeron la vegetación y muchos millones de animales domésticos y salvajes que carecían de alimento y agua.

Los acontecimientos complejos que interaccionan produciendo el sinónimo de El Niño se comprenden aún muy poco, pero la evidencia reciente sugiere que pueda ser parte de un ciclo natural, autónomo de calentamiento y enfriamiento. En un estudio internacional proyectado a 10 años y que comenzó en 1985, satélites, barcos y estaciones terrestres a través del Pacífico estuvieron registrando continuamente la presión atmosférica, la temperatura del agua y del aire y la dirección y velocidad de los vientos y corrientes de agua. Este estudio hizo posible la predicción exacta, con un año de anticipación, de un El Niño pequeño que ocurrió en 1986 y 1987. La potencia de los océanos y de la atmósfera está mucho más allá de nuestra magra capacidad de control, pero una mejor comprensión de el niño posibilitaría predicciones más exactas y, por tanto, acciones para minimizar su impacto sobre las actividades humanas y sobre los ecosistemas naturales.

Fuente: Biología. Curtis & Barnes.