Bacterias que degradan plásticos: avances reales y límites de esta biotecnología
La idea de bacterias capaces de “comerse” plásticos suena a ciencia ficción con final feliz: eliminar montañas de residuos con una mezcla biológica y listo. En realidad, la biotecnología microbiana ha avanzado mucho en las últimas décadas y existen microorganismos y enzimas capaces de transformar algunos polímeros plásticos en compuestos más simples. Sin embargo, esos avances no significan que hayamos encontrado una bala de plata para la contaminación plástica. Este artículo explica qué se ha conseguido, cómo funciona la degradación biológica y cuáles son los límites reales de esta aproximación.
Qué plásticos pueden degradar las bacterias (y cuáles no)
No todos los plásticos son iguales: algunos, como el PET (tereftalato de polietileno), son más susceptibles a la acción enzimática que otros, como el polietileno de baja densidad (LDPE) o el polipropileno (PP). Investigaciones han identificado bacterias que producen enzimas —por ejemplo, PETasas— capaces de romper el PET en fragmentos más pequeños (monómeros) que luego pueden ser aprovechados como fuente de carbono. Otros microorganismos y consorcios microbianos muestran actividad sobre polímeros oxo-degradables o ciertos poliésteres, pero los polímeros altamente cristalinos y apolares, como el polietileno o el polipropileno, resisten mucho más la biodegradación.

Avances biotecnológicos importantes
Hay tres líneas de progreso relevantes. Primero, el descubrimiento y caracterización de enzimas capaces de escindir enlaces específicos del polímero: entender su estructura permitió optimizar su función. Segundo, la ingeniería de estas enzimas y de bacterias para aumentar su estabilidad, actividad y afinidad por el sustrato. Tercero, el diseño de procesos biotecnológicos controlados —reactores, biofilms o consorcios microbianos— donde la reacción ocurre en condiciones favorables a la biodegradación. En laboratorio se han conseguido tasas de descomposición apreciables sobre muestras limpias y pretratadas de PET; en algunos casos los monómeros recuperados pueden reciclarse químicamente para fabricar nuevo plástico de calidad.
Limitaciones prácticas y ecológicas
Aun con estos avances, existen barreras importantes. En primer lugar, la escala: la mayoría de estudios son todavía experimentales y funcionan sobre muestras pequeñas, limpias y a menudo molidas o pretratadas térmica/ químicamente para aumentar la accesibilidad del polímero. En condiciones ambientales —montañas de residuos en vertederos, microplásticos en océanos— la degradación microbiana es mucho más lenta y menos eficiente. En segundo lugar, la especificidad: las enzimas suelen ser selectivas y solo actúan sobre ciertos tipos de plástico o sobre fracciones cristalinas concretas. En tercer lugar, la seguridad y el control: introducir organismos modificados a ecosistemas abiertos plantea riesgos y requisitos regulatorios estrictos; por eso las aplicaciones comerciales tienden a diseñarse como procesos cerrados en plantas de tratamiento. Finalmente, el coste: pretratamientos, cultivo a escala y recuperación de productos pueden ser caros frente a métodos tradicionales de reciclaje químico o físico.

Perspectiva realista: dónde encaja esta biotecnología
La biotecnología microbiana no es una cura milagrosa, pero tiene nichos de aplicación muy prometedores. En plantas de reciclaje químico, las enzimas pueden ayudar a degradar plásticos concretos para recuperar monómeros puros. En entornos industriales cerrados, procesos biotecnológicos pueden complementar rutas químicas y reducir la huella energética. También es útil para tratar residuos difíciles o fracciones mixtas donde los métodos mecánicos fallan. Para la contaminación ambiental abierta, sin embargo, la solución pasa por reducir el consumo de plásticos, mejorar el diseño para un reciclaje efectivo y desplegar sistemas de gestión de residuos robustos; las bacterias pueden ayudar, pero no sustituirán esas medidas.
Conclusión
Las bacterias y las enzimas ofrecen herramientas fascinantes y útiles para abordar determinados problemas del plástico, especialmente en procesos controlados y orientados al reciclaje. No obstante, los límites técnicos, económicos y ecológicos actuales impiden que esta biotecnología sea por sí sola la solución definitiva a la crisis de los residuos plásticos. Una estrategia responsable combina innovación biotecnológica con reducción de uso, mejora del diseño de productos y sistemas eficientes de recogida y reciclaje. Así, la biología puede ser parte de la solución, pero no el único camino.

