El ornitorrinco, un enigma evolutivo de Australia

Pocos animales despiertan tanta curiosidad científica como el ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus). Este mamífero, endémico de Australia, parece una criatura salida de un laboratorio de genética o de la imaginación de un artista: tiene pico y patas de pato, cuerpo cubierto de pelo, cola de castor y pone huevos. Pero más allá de su extravagante aspecto, el ornitorrinco representa una pieza clave para comprender la evolución de los mamíferos y los mecanismos de la vida misma.

Un mamífero que pone huevos

El ornitorrinco pertenece al orden de los monotremas, un pequeño grupo de mamíferos primitivos que, a diferencia del resto, ponen huevos en lugar de dar a luz crías vivas. En la actualidad solo sobreviven cinco especies de monotremas: el ornitorrinco y cuatro especies de equidnas. Este rasgo lo conecta directamente con los ancestros reptiles de los mamíferos, que se separaron hace unos 220 millones de años.

La hembra de ornitorrinco pone entre uno y tres huevos, que incuba enrollándose a su alrededor. Las crías, al nacer, son diminutas, ciegas y dependen completamente de la madre. No tienen pezones, sino que la leche se segrega a través de la piel y se acumula en surcos donde las crías la lamen, un sistema ancestral que recuerda a los primeros pasos de la lactancia en la historia evolutiva.

Un cuerpo hecho para el agua

Aunque parezca torpe en tierra, el ornitorrinco es un nadador experto. Su cuerpo aerodinámico, su denso pelaje impermeable y su cola aplanada le permiten desplazarse con agilidad por los ríos y lagos donde vive. Utiliza las patas delanteras para impulsarse y las traseras, junto con la cola, para maniobrar.

El pico, una de sus características más llamativas, no es un simple adorno. Contiene receptores electro-sensoriales capaces de detectar los impulsos eléctricos que emiten los movimientos de sus presas —insectos, crustáceos o pequeños moluscos—. Gracias a este “sexto sentido”, puede cazar con los ojos, oídos y fosas nasales cerrados bajo el agua.

Veneno en los espolones

Otro rasgo sorprendente del ornitorrinco es su veneno, algo inusual entre los mamíferos. Los machos poseen un espolón en las patas traseras conectado a una glándula venenosa. Durante la temporada de apareamiento lo utilizan para luchar con otros machos. Aunque el veneno no es mortal para los humanos, causa un dolor intenso y persistente.

Este sistema defensivo recuerda más a los reptiles que a los mamíferos modernos, y es una de las muchas pruebas de su posición intermedia en el árbol evolutivo.

Un genoma que cuenta una historia

El análisis del genoma del ornitorrinco, publicado en 2008 y ampliado recientemente, reveló un mosaico genético que combina rasgos de mamíferos, aves y reptiles. Su ADN contiene genes relacionados con la producción de leche, pero también con la formación de huevos y la detección de feromonas mediante el sistema vomeronasal, más típico de los reptiles.

Este “rompecabezas genético” ofrece a los científicos una ventana única para entender cómo los mamíferos evolucionaron desde los reptiles, cómo surgieron características como la lactancia o el pelaje, y cómo se diversificaron los mecanismos de reproducción en los vertebrados.

Guardianes de un ecosistema

El ornitorrinco es un indicador ecológico importante de la salud de los ríos australianos. La contaminación, la pérdida de hábitat y el cambio climático han reducido sus poblaciones, y actualmente se considera una especie “casi amenazada”. Su protección no solo es clave para preservar una rareza biológica, sino también para mantener el equilibrio de los ecosistemas acuáticos donde vive.

Un superviviente del tiempo

El ornitorrinco es, en definitiva, una ventana viva al pasado, un recordatorio de que la evolución no sigue una línea recta, sino que experimenta, combina y conserva. Es un animal que desafía las categorías, que obligó a los primeros naturalistas a replantearse qué significaba ser mamífero, y que sigue inspirando a los científicos actuales a mirar con asombro la diversidad de la vida.

En un mundo donde muchas especies desaparecen antes de ser comprendidas, el ornitorrinco se mantiene como un símbolo de la resiliencia y la singularidad evolutiva. Un pequeño embajador de la historia natural que, con su pico de pato y su genoma de enigmas, nos recuerda que la naturaleza nunca deja de sorprender.

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