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Date(s) - 28/11/2024
19:00
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La obesidad es una enfermedad que se ha convertido en el siglo XXI en uno de los mayores problemas de salud pública a la que se enfrentan casi todos de los países que ven con asombro como el número de personas con un peso no adecuado supera a las que tienen normopeso.
El cuerpo humano posee señales estimuladoras e inhibidoras del apetito. La llegada del alimento al intestino y el acúmulo de grasa deberían ser factores que nos provocaran saciedad, sin embargo, estos mecanismos es obvio que no funcionan. ¿Por qué no funcionan esas señales? La hipótesis más plausible es que se regularon a la baja a lo largo de la evolución de los homínidos; hace un millón de años estuvimos a punto de extinguirnos con sólo unos 1000 homínidos reproductores. La hambruna nos ha acompañado en los dos últimos millones de años por lo que es lógico pensar que en este hábitat sobrevivieran los que tenían más apetito y menos saciedad y además los que tenían más capacidad de almacenar grasa
Muchas dianas terapéuticas se han ensayado para tratar a la obesidad, la mayoría pretendían actuar en los centros del apetito y la saciedad a nivel cerebral, sus resultados fueron desalentadores, sin embargo, recientemente han surgido unos grupos de fármacos que emulan a sustancias que produce el intestino para avisar al cerebro que ya hay alimento. Estos tratamientos, que ya los tenemos disponibles, están revolucionado el tratamiento de la obesidad.