Homólogo

Hace tiempo, en la cromatina, escuché hablar de los cromosomas homólogos a otras proteínas. Flotaban sobre el nucleoplasma en una cadena sin fin, emocionadas ante la idea de compartir con alguien un fragmento de sí mismas, de su información genética. Y crear vida.

¿Compartir con alguien mi información genética? La palabra “sobrecruzamiento” me provocaba escalofríos. Lo confieso; me daba demasiado miedo enseñarle a alguien lo que había dentro de mí. ¿Y si no era suficiente? ¿Y si lo que tenía dentro no servía para crear a una persona? Pero por muchas dudas que tuviese, llegó el momento.

La membrana nuclear se desvaneció y salí al exterior junto al resto de los cromosomas. Entonces, en medio del caos que provocaba siempre la meiosis, te vi. Y sentí algo dentro de mí que me gritó que tú eras mi homólogo. Nos acercamos el uno al otro, flotando en el citoplasma, y sin decir una palabra, me abrazaste. Estabas tan asustado como yo. ¿Por eso eras mi homólogo? ¿Tú también tenías miedo de enseñarme lo que tenías dentro? A mí me parecías hermoso.

Nos seguimos abrazando, y sentí una parte de mí irse, para ser sustituida por otra. Tu información genética. No podía respirar, no podía hacer nada más que flotar en el vacío contigo, mi cromosoma homólogo.

Por un segundo, sentí que todo encajaba a la perfección.

Pero, ¿a quién quiero engañar? Sé que todo esto terminaría en breve. El huso acromático no tardará en acortarse. Sé que en cualquier momento tirará de mí hacia un lado, y de ti al otro. Sé que cuando el anillo contráctil separe la célula en dos, no te volveré a ver nunca. Sé que apenas nos quedan unos instantes juntos.

Ha llegado la hora. El huso acromático tira de mí. Nuestros centrómeros se separan. Y sin poder hacer nada más, la naturaleza, cruel, pero sabia, nos separa y nos lanza a los extremos opuestos de las dos nuevas células que van a formarse.

Sé que no te voy a volver a ver. Sé que jamás me sentiré como me he sentido cuando estaba abrazado a ti. Pero te tengo aquí, y sé que tú también guardas un pedazo de mí contigo.

¿Quién sabe? A lo mejor sí te llego a ver en un futuro. En la persona que crearemos. En el color de sus ojos. En el sonido de su risa. En los hoyuelos de las mejillas.

Sonrío mientras el anillo contráctil termina de cerrarse. Juntos, crearemos algo grande. Vida. Sé que tú te sientes igual, al otro lado. Porque, al fin y al cabo, eres mi cromosoma homólogo.  

Autor: Marco Vivas Fraile. Colegio Gredos San Diego. 4º ESO.
Finalista II Certamen COBCM de microrrelatos científicos – La célula