Los líderes evidentes

En un rincón de la selva amazónica abunda el caos desde hace ya tiempo, porque los seres que habitan allí, están siempre discutiendo entre ellos ya que no disponen de un líder que ponga orden en el territorio. Por eso un día, el jaguar, que era el más feroz de todos ellos, se puso en pie sobre una roca y de un rugido exclamó en voz alta:

– Escuchadme todos, ya va siendo hora de que uno de nosotros sea nombrado líder indiscutible de nuestro territorio, y propongo que sea aquel que más bienes le aporte a nuestro ecosistema.

Antes de que el jaguar hubiese terminado de hablar, varios vecinos ya se habían acercado para dar su argumento. Todos estaban locos por estar al cargo de todo el territorio. El guacamayo fue el primero en hablar:

– Claramente debería liderar yo. Muchos quisieran poseer mi plumaje y enamorar al mundo allá por donde van. Además, embellezco nuestro hogar, de no ser por mí, el bosque sería solo verde y los documentales humanos serían muy aburridos. El tapir fue el siguiente:

– ¿Estáis locos? El más indispensable aquí soy yo, os recuerdo que sin semillas no tendríamos casa. Yo como muchas frutas y plantas y cuando hago mis necesidades, defeco semillas que luego germinan y construyen nuestro hogar. Se podría decir que soy el arquitecto del bosque.

La anaconda no se quedó atrás:

– Por Dios, dejaos todos de tonterías y dejadme todo a mí. Si por algún motivo entrase a nuestro hogar cualquier intruso, sería la única capaz de eliminarlo con mi fuerza y poder venenoso, ¿no os dais cuenta o que?

– Que seáis más grandes que nosotras no os hace mejores – se quejaron las hormigas desde abajo – Nosotras reciclamos los nutrientes que vosotros desperdiciáis y aireamos el suelo que pisáis a diario, y además lo hacemos todo gratis sin esperar nada a cambio, ¿alguien más de aquí puede decir lo mismo? El perezoso que se acababa de despertar de su siesta por el ruido también quería decir algo para no quedar mal:

– Yo mantengo calmados los árboles- dijo. Y acto seguido bostezó y se durmió de nuevo.

Al final, el jaguar desde lo alto vio que en el fondo, todos aportaban algo al ecosistema para que se mantuviese estable y equilibrado, por eso reunió a todos en coro y juntos establecieron normas para convivir mejor.

– ¡Así reinará la paz y amistad en nuestro hogar y todos seremos felices!- exclamó cuando acabaron. Y todos gritaron de felicidad.

Y mientras se iban felices, una orquídea le decía a otra:

– Te lo dije, los animales se creen que son el centro de todo.

Autor: Nicolás Coronado Rengifo. COLEGIO NTRA. SRA. DE LA MERCED (Chamartín) – 4º ESO.
Ganador IV Certamen de microrrelatos científicos – Biodiversidad

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