La doble hélice de Rosalind Franklin

Quizá les resulte familiar la frase “la doble hélice de Watson y Crick”, escuchada hasta la saciedad por todos los que se han interesado alguna vez por cómo se codifica la información genética en los organismos vivos. Lo que muy poca gente sabe es que quien hizo este importante descubrimiento para el estudio de la vida fue una mujer, Rosalind Franklin.

Rosalind Franklin fue una química inglesa, experta en cristalografía, capaz de obtener este tipo de imágenes con una gran calidad. 

Rosalind Franklin

Se graduó en física, química y matemáticas en el Newnham College, el colegio femenino de la Universidad de Cambridge; sin embargo en aquella época Cambridge no otorgaba el grado de Licenciado a las mujeres. Pero Franklin no solo consiguió formarse, sino que se convirtió en una gran investigadora, a pesar del desprecio sufrido por parte de algunos de sus colegas.

Rosalind Franklin, la científica

En su estancia en el King’s College, Rosalind Franklin mejoró el aparato para obtener imágenes del ADN, cambió el método y, junto a su estudiante de doctorado Raymond Gosling, obtuvo fotografías con una nitidez que nadie había conseguido antes. 

En mayo de 1952 consigue, con el difractómetro de rayos X, fotografiar la cara B del ADN hidratado, la famosa “Foto 51”, la columna vertebral del ADN. En ese momento se conocía la forma deshidratada de la molécula, que no apuntaba a una forma helicoidal. Sin embargo, estas nuevas imágenes indicaban una estructura helicoidal y así lo hizo constar en sus notas. En ellas había escrito que sus resultados sugerían una estructura helicoidal con 2, 3 o 4 cadenas y con los grupos fosfato hacia el exterior. Esto lo escribió 16 meses antes del artículo de Watson y Crick que les dio la fama mundial.  

Explicación de la Fotografía 51

Wilkins, un compañero que había entrado a trabajar en su laboratorio con posterioridad, y cuyas imágenes resultaban bastante confusas, quizá por envidia o por venganza, le enseña a Watson, a espaldas de Franklin, las fotos decisivas que ésta ha obtenido del ADN y cuyos resultados no había publicado aún. Por lo que se sabe, Rosalind Franklin nunca se enteró de que Watson había visto la fotografía. Estas imágenes, los datos de una charla de Rosalind Franklin en noviembre de 1951, más algunos datos proporcionados por Wilkins, llevaron a Watson y Crick a su propuesta de la estructura del ADN y la publicaron en la revista Nature.

Rosalind Franklin destacó además por sus investigaciones relacionadas con las microestructuras del carbón y el grafito. También fueron relevantes sus trabajos sobre la estructura de los virus (como el virus de la polio y el virus del mosaico del tabaco) y el ARN.

Fotografía 51. Es una imagen del ADN obtenida por Franklin y Gosling mediante técnicas de rayos X. Gracias a esta conocida imagen, las investigaciones de Watson, Crick y Wilkins se hicieron con el premio Nobel en 1962 por el descubrimiento del ADN.

Fallece con 37 años, de un cáncer probablemente causado por la exposición a la radiación durante sus investigaciones, en 1958. Cuatro años después Watson, Crick y Wilkins compartieron el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 precisamente por sus descubrimientos relativos a la estructura molecular de los ácidos nucleicos; un galardón, para muchos, merecido por Franklin. Sin embargo el premio de la Academia sueca nunca se entrega a título póstumo ni puede compartirse entre más de tres personas. El nombre de Rosalind Franklin no se mencionó durante la ceremonia, ni se reconoció su contribución en dicho avance científico. Posteriormente, continuando con su investigación, su compañero Aaron Klug ganó el Premio Nobel de Química en 1982.

Efecto Matilda

El caso de Rosalind Franklin sirve para ilustrar el llamado “efecto Matilda”, que consiste en un prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos. Fue descrito por primera vez por la sufragista y abolicionista Matilda Joslyn Gage en su ensayo «La mujer como inventora», y fue acuñado en 1993 por la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter.

Ahora que se cumple el centenario de su nacimiento (el 25 de julio de 1920), sirva este reconocimiento para reivindicar a una de las figuras clave para la biología, pionera en el campo de la cristalografía, que contribuyó a uno de los principales logros científicos del siglo XX. Quizá sería un buen momento para revisar los libros de textos e incluir su nombre junto a este importante descubrimiento. 

Marta Arroyo Gutiérrez. Bióloga