Impresiones de un viaje a Groenlandia

José Luis Viejo Montesinos y Consuelo Sánchez Cumplido son dos biólogos de largo recorrido e importante trayectoria que, además, tienen una vinculación muy fuerte con el COBCM.

Recientemente ha salido publicado un artículo escrito por ambos sobre su viaje a Groenlandia, en agosto de 2019, en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, publicado electrónicamente el 23 de noviembre de 2020, en la categoría de Viajes Científicos.

Ya tuvimos la oportunidad de escuchar de primera mano una conferencia sobre el viaje a cargo de Dr. Viejo Montesinos en las #conferenciasCOBCM del pasado mes de noviembre de 2019.

Y qué mejor para abrir boca que invitaros a leer las conclusiones del viaje.

Aappilattoq (Groenlandia), el 11/8/19. Foto de JLV

Conclusiones de nuestro viaje a Groenlandia

Groenlandia es un territorio tan inmenso, que sería pretencioso afirmar que en dos semanas lo hemos conocido entero; ni tan siquiera su costa, ya que, aunque hemos navegado 2018 millas (unos 3737 kilómetros) desde Reikiavik, por la costa groenlandesa habremos recorrido unas 1450 millas, unos 2700 km, apenas la mitad de los 5800 km que más o menos tiene toda la costa de Groenlandia.

Hemos conocido fiordos y canales hermosísimos, como la bahía de Umivik, Skjoldungen o el Prins Christian Sound, todos en el sudeste, y visitado emplazamientos o asentamientos (es difícil aplicarles el nombre de pueblos) de gran belleza e interés geológico, tanto por su paisaje glaciar (por ejemplo, la región de Kangerlussuaq), como por las rocas que afloran (caso de Kapisillit y la Formación Isua, o la mina de criolita de Ivittuut). La fauna observada, sin haber sido muy variada o abundante, sí ha sido de gran interés, tanto de mamíferos (ballenas, renos, bueyes almizcleros, liebres árticas, etc.), como de aves (charranes, gaviotas, fumareles, alcatraces, escúas, escribanos nivales y cuervos, entre otros); mucho más pobre la fauna de insectos, ya que, por ejemplo, únicamente hay citadas unas 50 especies de lepidópteros de los que 5 son Papilionoidea, y no hemos visto ninguna; sólo nos llevamos el recuerdo de los simúlidos que nos picaron en Ivittuut, aunque en Groenlandia hay una apreciable diversidad de insectos (BÖCHER, 2001). La flora tampoco era muy variada, pero sí muy interesante para un naturalista mediterráneo, por la singularidad de las formaciones vegetales (prados árticos, tundra) y por las especies: arándanos, sauces árticos, enebros rastreros, Deschampsia, equisetos, tapices de musgos y de líquenes…

Igualmente nos ha llamado mucho la atención el factor humano. Hemos visitado un territorio habitado por los seres humanos desde hace cinco mil años, pero en el que, por sus peculiares condiciones ambientales, apenas hay vestigios de ciudades o edificios con más de un siglo de antigüedad; Groenlandia ha sido territorio de pueblos nómadas hasta hace menos de cien años (y aún hoy hay poblaciones con este régimen); los vikingos noruegos (o islandeses) se instalaron tímidamente en el siglo X y permanecieron en algunos asentamientos meridionales hasta la llegada de la Pequeña Edad del Hielo, a principios del siglo XV, luego desapareció la población de origen europeo hasta que los daneses comenzaron una lenta colonización en el siglo XVIII, impulsada por misioneros luteranos. Hemos visitado algunos lugares donde se instalaron los norteamericanos en el siglo XX, como Kangerlussuaq, más que nada por la importancia estratégica para la navegación aérea, cuyo primer indicio fue la visita de Charles Lindbergh a Qaqortoq en 1933.

Groenlandia
Formaciones rocosas cubiertas de líquenes negros en Kapisillit (Groenlandia), el 18/8/19. Foto de CSC. 

Groenlandia es un territorio vulnerable. Desde el punto de vista ambiental, el cambio climático se aprecia en esta frontera con más nitidez que en otros lugares del planeta: glaciares en retroceso, cambios en el relieve, aumento de la temperatura, … Esto no sería en principio necesariamente malo para los groenlandeses, ya que podrían aumentar el terreno cultivable y la habitabilidad de algunas zonas, otra cosa sería a medio y largo plazo, y a la velocidad a la que se produce.

Para un naturalista, un viaje de exploración a Groenlandia como este es una experiencia inolvidable. No se trata solamente del conocimiento adquirido en sí, sino que constituye una montaña de emociones sentidas por la grandiosidad de una naturaleza salvaje. Como decía Humboldt: “A la naturaleza hay que sentirla; quien sólo ve y abstrae puede pasar una vida analizando plantas y animales, creyendo describir una naturaleza que, sin embargo, le será eternamente ajena”.

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