Ecosistemas urbanos: cómo las ciudades se convierten en hábitats para nuevas especies

Cuando pensamos en biodiversidad, no solemos pensar en ecosistemas urbanos, sino imaginar bosques, ríos o praderas. Sin embargo, cada vez más estudios muestran que las ciudades —con sus edificios, parques, avenidas y tejados— se están convirtiendo en ecosistemas complejos, capaces de sostener una sorprendente variedad de especies. Lejos de ser solo espacios hostiles, los entornos urbanos funcionan como nuevos hábitats que moldean el comportamiento, la fisiología y la evolución de organismos que logran adaptarse a ellos.

Ciudades: laboratorios de evolución acelerada

Las ecosistemas urbanos imponen condiciones extremas: temperaturas más altas por el efecto “isla de calor”, menos disponibilidad de agua, fragmentación del suelo, ruido, contaminación lumínica y una abundancia peculiar de recursos alimentarios. Estos factores generan presiones selectivas que no existen en la naturaleza y que favorecen a los organismos más flexibles y oportunistas.

No es casual que especies como palomas, gorriones, ratas, cucarachas o gaviotas sean iconos del paisaje urbano. Han logrado sobrevivir porque explotan con habilidad nuestra basura, nuestros edificios o nuestra comida. Pero la historia reciente revela que muchas otras especies, algunas inesperadas, también están colonizando las ciudades.

La sorprendente diversidad biológica del ecosistema urbano

En las últimas décadas se han documentado casos llamativos dentro de ecosistemas urbanos. Los halcones peregrinos, que antaño sufrían declives preocupantes, han encontrado en los rascacielos y torres de telecomunicaciones un equivalente perfecto a sus acantilados naturales. Desde estas alturas cazan palomas con la misma eficacia con la que lo hacían antes en los roquedos.

También destacan los zorros urbanos, presentes en ciudades como Londres, Madrid o Berlín. Estos mamíferos han aprendido a recorrer calles, cruzar carreteras y obtener alimento de jardines, contenedores o comederos de aves. Su comportamiento es tan distinto al de los zorros rurales que algunos ecólogos hablan de verdaderas “subpoblaciones urbanas” con hábitos propios.

Ecosistemas urbanos

Los insectos son otro ejemplo a destacar en los ecosistemas urbanos. Algunas hormigas urbanas muestran una tolerancia a la contaminación que no aparece en sus parientes silvestres. Se han descrito incluso especies nuevas que han surgido en entornos urbanos, como la hormiga Lasius neglectus en Europa, que prospera especialmente en suelos alterados y cálidos, típicos de las ciudades.

En el ámbito vegetal, arbustos y árboles que resisten sequías, compactación del suelo o salinidad —como plátanos de sombra, pinos o especies ornamentales— crean auténticos refugios de biodiversidad para aves e insectos polinizadores. En terrazas y azoteas se forman “microbosques” capaces de sostener desde mariposas hasta pequeñas comunidades de abejas solitarias.

Adaptaciones sorprendentes

La urbanización no solo atrae nuevas especies: también impulsa cambios evolutivos rápidos. Por ejemplo, algunas poblaciones de pájaros urbanos han desarrollado cantos más agudos para hacerse oír por encima del ruido del tráfico. Otros animales, como ciertos roedores, presentan niveles más altos de tolerancia a sustancias contaminantes.

Incluso se observan diferencias fisiológicas. Algunos estudios muestran que aves que viven en ciudades tienen un sistema inmunitario más activo, probablemente como respuesta al mayor riesgo de patógenos. Estos cambios pueden darse en pocas generaciones, convirtiendo a las urbes en verdaderos motores evolutivos.

El reto de conciliar biodiversidad y bienestar humano

Aunque la presencia de fauna en los ecosistemas urbanos puede resultar positiva —aumenta el bienestar, favorece la educación ambiental y aporta servicios ecosistémicos como la polinización— también genera conflictos. Ratas, palomas o cotorras pueden ocasionar problemas sanitarios o ecológicos. La clave, según los expertos, está en gestionar la biodiversidad urbana para minimizar riesgos y potenciar beneficios.

Ecosistemas urbanos
Eco-Boulevard de Vallecas.

Esto implica diseñar espacios verdes conectados, promover tejados y muros verdes, reducir la contaminación lumínica y sonora, y favorecer el uso de plantas autóctonas que apoyen a los polinizadores. No se trata solo de “meter naturaleza” en la ciudad, sino de integrarla inteligentemente.

Un futuro donde la ciudad también es naturaleza

Las ciudades no son el fin de los ecosistemas, sino su transformación. En un planeta cada vez más urbanizado, entender cómo las especies se adaptan a nuestros entornos es esencial para diseñar urbes más sostenibles. Reconocer que compartimos espacio con una fauna y flora diversa es el primer paso para construir ciudades que no solo funcionen para las personas, sino para toda la vida que acogen.

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