Día 119

Hoy no hemos conseguido avanzar demasiado y muchos de los nuestros se han quedado atrás. A pesar de ello, he llevado nuestra bandera roja como señal de resistencia, de lucha, de resiliencia. Están siendo días oscuros, parece que no hay salida en este torrente. ¿Qué harán si no podemos llegar a tiempo? ¿Quién regará de oxígeno este inmenso jardín?

“!Ya la veo!”, he dicho al instante de percatarme de su presencia. Esa placa que cubría el túnel nos resultaba familiar. Otra vez más el colesterol provocaba atascos, controles, incluso revoluciones. No era la primera vez que nos enfrentábamos a este, pero si suponía que esta sería mi última página a su vera.

Siento una ligera depresión en mí, aunque sé que esta es mi naturaleza. Pese a que mi condición sea ser bicóncavo, en ciertas ocasiones me encuentro sumamente deformado. A estas alturas estoy escaso de nutrientes y energía, supongo que pronto llegará mi día.

Ahora tengo más claro que nunca que ser voluntario es mi vocación. Desde la médula ósea hasta mi descomposición serviré con orgullo a todas las células que lo precisen. Desde los capilares hasta las arterias fluiré para ser ese soldado con el que todos se fascinen.

El bombeo de la noche ruge en este océano y nos espanta. Qué importa que lleve moléculas si no puedo entregarlas, qué importa una obstrucción si nuestra vida está programada.

No tengo ADN, pero sí la seguridad de haber sido un gran héroe.

Autora: Iratxe Olmos Quintero. IES Atenea, 2º BTO.

En la foto Santiago Pérez Rico, profesor del IES Atenea, leyendo el relato durante la entrega de premios.