Piel de queso, ojos de mermelada

Mi hermana siempre decía que estaba acostumbrada. Acostumbrada a que en los pasillos del colegio la palabra “fenómeno” le persiguiera mientras ella caminaba cabizbaja; a que las otras madres le lanzasen miradas de piedad; a los insultos hacia mi madre porque nadie creía que mi hermana pudiera ser la hija de mi padre.

Ellos la llaman monstruo por sus ojos de sangre, vampiro por su piel pálida, pero yo sé que si la conocieran, se darían cuenta de que ella es, en realidad, la más humana entre ellos.

Un día mientras preparaba su postre favorito, una tarta de queso, mi hermana rompió a llorar. Entre sollozos, exigió saber la razón de que la vida fuese tan diferente para ella.

En cuanto vi su dolor, cualquier explicación que hubiese ensayado se esfumó de mi cabeza, pero sabía que no podía huir de aquella conversación si no que debía enfrentarla. De repente, al ver los ingredientes para la tarta de queso, tuve una idea. Separé la mermelada de fresa, el queso y la galleta en tres boles y coloqué dos filas más de moldes, imitando un pequeño árbol genealógico, con los dos padres arriba y el hijo debajo.

Empecé explicando lo que son los genes: minúsculos bloques que juntos determinan el color de nuestro pelo, los ojos, la piel…

…–y verás– continué yo– nuestros padres nacieron con el gen o bloque que hace que la piel sea blanca, ¡como el queso!–eché el queso en los dos moldes de arriba.

–Asimismo ambos nacieron con un gen dominante, más fuerte que el queso– al colocar la galleta encima ya no se notaba el queso–así que ellos no tienen la piel de queso.

–¡Sin embargo! –revolví su pelo y ella se limpió las lágrimas– tu piel resultó diferente porque el gen del queso, que es más débil porque es recesivo, es ahora más fuerte porque, al tenerte, los dos bloques de queso se juntaron– puse dos cucharadas en cada uno de los moldes de la fila inferior– y no dejaron espacio para la galleta.

–¿Por eso mi piel es blanca? –intervino mi hermana, incrédula– ¿porque es de queso y no de galleta?

–Eso explicaría tu dulce carácter, ¿no crees? – le dije con una sonrisa, pero noté que la pequeña seguía pensativa. En mi cabeza revolotearon pensamientos que me hicieron preguntarme si mi explicación no había sido en realidad un desastre, pero fueron interrumpidos por la voz de la persona que los causó, y decía:– ¿por qué tengo los ojos rojos?

La respuesta estaba clara– porque son de mermelada de fresa–.

Autora: Andrea Adamova Antonenko. IES ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ – 4º ESO.
Ganadora III Certamen de microrrelatos científicos – Genética.