Querida complementaria

Siempre pensé que éramos el par perfecto. Desde que nos conocimos en el ADN, sentí una atracción irresistible por ti. Tu forma, tu color, tu aroma… todo de ti me fascinaba. Nos complementábamos a la perfección, formando dos puentes de hidrógeno que nos unían con una fuerza que me atrevía a comparar con el amor. Éramos inseparables, no podía imaginarme a alguien mejor con quien formar parte de la molécula de la vida..

Fue desde aquel día, desde que él apareció, cuando nada volvió a ser igual. Un escalofrío recorrió mi par de nitrógenos en el momento que le vi infiltrarse en la cadena, iniciando la transcripción, alterando nuestro equilibrio sublime. Recuerdo cómo se acercó a ti, más ligero y ágil que yo por su falta de metilo, lo que pareció gustarte. Recuerdo cómo te separaste de mí para ir a su encuentro, cómo me soltaste y te fuiste sin mirar para atrás. Me sentí traicionado, humillado, despreciado. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Acaso no éramos felices juntos? Adenina, mi querida Adenina, te habías marchado con él, unidos por débiles puentes de hidrógeno, sin valorar nuestro lazo más fuerte. 

Me quedé solo, abandonado, roto. Sin ti, ya no tenía sentido mi existencia. Era solo Timina, una base pobre y solitaria, que nadie quería ni necesitaba. Estaba atrapado en mi cadena, y tú te habías ido con Uracilo. Me destrozaba veros felices desde la distancia, mientras os alejabais de mí, llevándoos una parte de mi alma. Solo me quedaba esperar a que algún día, te dieses cuenta de tu error, y volvieses a mí, arrepentida y suplicante. 

Pasaron lo que me parecieron años hasta que a lo lejos te vi volver sin él. Me sentí confundido, no sabía qué hacer. Habías elegido a Uracilo, y yo había creído haber perdido tu amor para siempre, sin embargo, estabas de vuelta. Quise gritarte, reprocharte, pedirte explicaciones. Pero no fui capaz. De pronto me di cuenta de que no podía odiarte. A pesar de todo lo que habías hecho, seguías siendo mi Adenina, la base que llenaba de sentido y alegría mi ser y con la que al fin y al cabo creaba algo extraordinario, VIDA.

Autora: Gabrielle Sánchez Somolinos. COLEGIO GONDOMAR – 4º ESO